lunes, 23 de mayo de 2016

Arrieros y cocheros en Puerto Cabello

Imagenes recopiladas por el Sr. José Alfredo Sabatino Pizzolante y publicadas en la pagina Memorabilia Porteña

Camino de la Noria, Foto Avril, c. 1920. Cortesía Sra. Margot Gramcko.

Detalle de una fotografía de Henrique Avril, sector el viejo Mercado, c. 1930.
Archivo: José Alfredo Sabatino Pizzolante.

Calle Comercio, Colección don Tomás Andara, probablemente de Henrique Avril. 1930.
Paseo en coche por puente adentro frente vieja aduana, c. 1915.
Archivo: José Alfredo Sabatino Pizzolante.
"Calle con algunos burros y carretas en una esquina de Puerto Cabello" Fotógrafo holandés G.M. Versteeg Expedición Tapanahoni, Surinam 1904
Estampa del puerto, foto Henrique Avril en postal editada por F. L. Colmenares, c. 1940.
Archivo: José Alfredo Sabatino Pizzolante
Esquina calle Bolívar c/c Sucre, en donde actualmente está el Edificio Pizzolante, Foto Avril, c. 1920.
Archivo: José Alfredo Sabatino Pizzolante.
Carnavales en Puerto Cabello s/f
Aviso comercio "Posada del Cambur", aparecido en el periódico La Prensa Libre, mayo de 1878.
Almacenes de la vieja aduana, en tarjeta postal pionera de Henrique Avril, 1904.
Archivo: José Alfredo Sabatino Pizzolante.
Calle Comercio, en gráfica de Henrique Avril, c. 1915.
Archivo: José Alfredo Sabatino Pizzolante.
Calle Comercio, en gráfica de Henrique Avril, c. 1915.
Archivo: José Alfredo Sabatino Pizzolante.
Encuentro campestre, en gráfica de Henrique Avril, s/f. 
Archivo: José Alfredo Sabatino Pizzolante.
Estampa porteña en foto de Henrique Avril, c. 1920. 
Archivo: José Alfredo Sabatino Pizzolante.
Callejón Uzlar, zona histórica, c. 1895. Cortesía Familia Römer - San Esteban.
"Los Lanceros de Páez" Feria de Puerto Cabello en Septiembre de 1968


miércoles, 27 de abril de 2016

"Paso de Ahoga Mulas" Leyenda del estado Carabobo

Las carretas de mulas era el transporte antiguamente usado en los pueblos venezolanos para el traslado de productos agrícolas. El paso de ahoga mulas en Mariara es un nombre que la comunidad acuñó a un sitio luego de que dos mulas se ahogaron en el lugar. En una ocasión, sucedió que un arriero, que iba de Yagua a Maracay, intentó forzar a su mula para que cruzara una quebrada, pero ésta, temerosa de la quebrada, se resistía. 
El arriero la haló para que entrase a la quebrada, pero la mula cayó en el agua y el peso de la carreta la ahogó. Algo parecido pasó con otra mula que transportaba naranjas desde San Diego, la cual también cayó en la quebrada y se ahogó. Las aguas de esta famosa quebrada nacían al norte del pueblo, una de ellas se llamaba Lorenzo Aguilar y la otra, Cazorla. Sin embargo, por el ahogamiento de las mulas que allí aconteció los pobladores se refieren al sitio de esta manera. En la actualidad, el lugar aún existe, pero ya no hay agua.

Foto referencia 

Un Burricidio


UN PASEO POR EL MERCADO DE SAN JACINTO Y LA PAZA DEL VENEZOLANO DE 1900-1950

A mediados del siglo pasado, pocos años después de la demolición de las arcadas que contenían el antiguo mercado, ubicado en la Plaza mayor, se empezó la construcción del local destinado a un nuevo mercado, el cual fue terminado en 1873, en los terrenos en que se hallaban en la época colonial los padres dominicos, cuyo convento fue demolido para realizar la obra, también se hallaba en los alrededores en antiguo reloj de sol donado a la ciudad por el sabio naturalista Alejandro Humboldt, cuando estuvo en estas tierras haciendo exploraciones científicas patrocinadas por el rey de España.
El Mercado de San Jacinto era el único mercado grande de la ciudad donde las fámulas caraqueñas adquirían todo lo necesario para la elaboración de los tres platos del día, con apenas un “fuerte” .
A la entrada del Mercado se hallaba un kiosko, donde se conseguía gran variedad de flores del valle de Caracas y otras traídas desde Galipán.
La distribución interior del mercado se podría describir de la siguiente manera; primero el sitio destinado a la venta de frutas piñas, cambures, lechosas, mangos, patilla, melones, por nombrar solo las más abundantes y las de mejor calidad, además se vendían naranjas a treinta céntimos la docena, entonces Venezuela era un País netamente agrícola.
Entre las fruterías más célebres se hallaba la de los “Hermanos Natera”, Carmen, Angel y Julio Natera. También había dos fruterías de mediana categoría la “Royal” y “La Caraqueña”.
Imagen de Ora Chapellin
1944

En el tercer salón quedaba la venta de carnes y aves, a precios baratos que hoy nos parecerían de fábula. Por ejemplo el kilo de lomito a dos bolívares, el lagarto a real el kilo; la punta de trasero a Bs.1, 20 el Kilo; luego por último quedaban las pescaderías donde se vendían toda clases de animales del mar, tales como mariscos, pescados, camarones etc.
Salgamos del Mercado para contemplar “La Playa”; en primer término observamos a numerosos inmigrantes italianos con sus máquinas de amolar, también hay una que otra imprenta, un poco más allá se sitúan los burros con sus cargas traídas desde las haciendas cercanas. Algunos de los productos eran entre tantos, las caraotas negras traídas de Chacao y cuyo precio era cuarenticinco [sic] céntimos por kilo; de Galipán traían los famosos duraznos blancos, los sabrosísimos duraznos muyar y las famosas naranjas galipaneras… De Guarenas traían aguacates y naranjas; de El Hatillo se traían quesos de cabra y de mano, también se transportaba leche de cabra y de vaca.
En “La Playa” habían pequeñas librerías ambulantes desde los chiquitillos de la época adquirían las aventuras de Sandokan, el tigre de la Malasia, las de Buffalo Bill, obras de Salgari y de Julio Verne y otros. Frente a la Playa del Mercado se hallaban los famosos botiquines como “La Atarraya” donde se vendían licores de berro, naranjada fruta de burro, tapadas todas estas con hojas de limón. El establecimiento de Aquilino Correa. “El Gato Negro”, de Luís Carro; “El Botiquín de La Playa”, sitio donde vendían licores de menor categoría como aguardiente y ron. También se encontraba frente a la Playa la tabacalería de Vicente López y Cía.
Nos acercamos a la Plaza Del Venezolano, donde un hombre con una culebra enroscada en el cuello anuncia la venta de un producto, con el cual garantizaba que desaparecerían los callos, también el famoso payaso y cómico Cantalicio “el feo”, tenían un pequeño puesto de ventas de pomada para las pecas.
A pocos metros de éste y casi al pie de la estatua de Antonio Leocadio Guzmán se ubican los vendedores de pájaros con sus jaulas repletas de estas aves, entre los cuales se encontraban arrendajos, paraulatas, turpiales, gonzalitos y los hermosos cardenales.
También por estos mismos sitos habían unos fonógrafos, donde uno metía un real para oír : “me gustan todas, me gustan todas, pero la rubia, pero la rubia me gusta más …”
A las doce cesaban las actividades dentro del mercado y los establecimientos vecinos comenzaban su verdadero auge, entre estos se encontraban “ La Nueva Forma”; “La Mina”; “Liverpool”: “El Gallo de Oro” ; “La Bota Colorada”; “El Louvre”; “La Estrella de Oro”; “Saint Louis”; Los Bancos Caracas y Venezuela; “La Vela de Oro” ; las ferretería “El Pasaje”; “El Casquillo de Oro”; los restaurantes “El Toro” y “El Faro”; por estos mismos lugares comenzó sus actividades la fábrica de café “La Hacienda”.
El mercado además de ser punto de referencia, tanto para caraqueños, como para los que no eran, servía de centro de tertulia donde se reunían cómicos de la talla de Saavedra y Guinand; intelectuales con la mentalidad de Job Pim y Leo; toreros de la fama de Sananes y Manforte.
El ocaso del Mercado de San Jacinto comenzó en 1948 y terminó a finales de 1953, lo único que se pudo conservar fue el reloj de Piedra.
Fuente : La Caracas de Aquellos Tiempos de Jose Veloso Saad
Recopilado por Maria Siguillo para el Blogs Caracas en Retrospectiva
 

La Plaza de El Venezolano, prolongación al aire libre del Mercado
Capitalino, Exposición y venta de pájaros, frutas y flores, aparece aquí en una de sus 
horas de más movimiento 
Foto de Carlos Muller / Revista Elite 1933

Al Sur de la Plaza de El Venezolano se encuentra esta muy tipica estampa 
del Mercado Caraqeuño . Amoladores Italianos, vendedoras de aliños 
y verduras. Recuas de burros y mulas cargando o descargando 
cerales; venta y exhibición de borricos, equinos, gallos de pelea, perros 
y otros animales, desde la madrugada hasta pasado el mediodia, la Playa de El Mercado
es un continuo trajinar y una batahola interminable
( Fotos de Carlos Moller) 
Revista Elite 1933 

Foto de Carlos Moller 
Revista Elite 1933 









jueves, 21 de abril de 2016

Huelga de Carreteros en el trayecto Cagua-San Fernando de Apure, afecta al Gran Ferrocarril de Venezuela

Por: Hugo Arana Páez*



Motivado a las pésimas condiciones de la vialidad imperantes entre San Fernando y el Centro del país y lo oneroso que representaba cruzar el Apure, generó a comienzos de mayo del año 1920, un grave conflicto entre los transportistas, los accionistas del Gran Ferrocarril Alemán y los comerciantes. Esta situación se agudizó cuando los Carreteros que prestaban el servicio de transportar personas y mercancías desde la estación del Gran Ferrocarril Alemán en la población de Cagua hasta San Fernando de Apure, dejaron de cumplir esa tarea. Este escenario hizo que numerosos productos y mercancías secas se agolparan simultáneamente en los depósitos de ambas poblaciones.    
   
Por otra parte, los comerciantes tanto de Caracas como de San Fernando y Calabozo e inclusive los de Villa de Cura, se hallaran alarmados por este inusual paro de transporte. Los Carreteros, aprovechándose del inicio de la temporada de lluvias consideraron oportuno incrementar los fletes en un cincuenta por ciento. Fue tan grave la cuestión que en mayo de ese año, el caso fue planteado por los comerciantes apureños ante la Cámara de Comercio de Caracas; ésta a su vez pidió una explicación al Gran Ferrocarril Alemán (Valencia-Caño Amarillo en Caracas). La situación se tornó más grave porque los apureños amenazaron con importar (vía ríos Orinoco-Apure) los productos que adquirían en Caracas o en todo caso comprarlos en Ciudad Bolívar; lo cual constituiría para los comerciantes caraqueños un serio revés, por cuanto, en esa época Apure representaba en valores relativos, un alto porcentaje del mercado nacional. Es que en las primeras dos décadas del siglo veinte, San Fernando era una importante plaza comercial y uno de los más relevantes puertos fluviales del país, donde se realizaban significativas transacciones económicas, tanto es así que allí se hallaban establecidas numerosas casas comerciales dedicadas a la importación de mercancías procedentes de Europa y Estados Unidos y firmas exportadoras de plumas de garza, cueros de res, caimán y de otras especies.
En ese sentido Oldman Botello reseña para el año 1916, en su obra Historia de la Villa Real de San Fernando de Apure 1788-1988 a algunas de ellas como:
… “Hermanos Bezara, Modesto Fernandez y Compañía, Francisco Barbarito, Lleras Codazzi y Compañía, Félix Barbarito, Fernández y Compañía, Henrique Ligerón, Hermanos Barbarito y Compañía, Frisch y Hermanos Decanio, entre otras”..
              
A raíz del paro de los Carreteros, los representantes de la empresa ferrocarrilera, se abocaron a realizar estudios socio-económicos de esta actividad (relación costo-beneficio), que explicaran las causas de esta huelga y concluyeron que estos transportistas (Carreteros) desde hacía unos meses atrás, estaban cobrando por transportar cien kilogramos de carga desde Cagua a San Fernando, la elevada suma de sesenta bolívares (en el año precedente, 1919 cobraban cuarenta bolívares por igual carga), es decir, habían incrementado sus tarifas en valores absolutos en veinte bolívares y en valores relativos un cincuenta por ciento (algo exorbitante); además amenazaban que para el mes de junio, cobrarían entre ochenta y cien bolívares por una carga similar. Argumentaban Los Carreteros que el severo verano acecido ese año (1920), contribuyó a incrementar sus dificultades. Es decir, el maíz para alimentar las bestias (combustible) escaseaba y en tal sentido había subido enormemente su precio.
Asimismo por donde transitaban, había escasos lugares de pastoreo y en los pocos existentes les cobraban hasta cincuenta céntimos de bolívar por abrevar los animales de tiro (un realito o cincuenta céntimos de bolívar por cada caballo). De igual manera expresaban que se había desatado una peste en el llano, que mataba a dichos animales en poco tiempo, limitando la oferta de estas bestias y por supuesto elevando su precio de compra. También argüían que en Cagua se presentaba el inconveniente de tener que cancelar los fletes al ferrocarril, al recibir las mercancías procedentes de Caracas, Valencia o Maracay y finalmente exponían que mientras esperaban el arribo de las mercancías en dicha población, debían sufragar los gastos de su manutención, así como la de sus bestias. 
Amén de todos estos inconvenientes, muchos de ellos no poseían suficiente capital que les permitiera cubrir estas contingencias, por lo que se hallaban forzados a acudir a los prestamistas (usureros), haciendo la actividad poco rentable y en proceso de descapitalización. Por todas estas razones, el oficio de Carretero posiblemente no era muy rentable, pese a la gran importancia que para el desenvolvimiento económico de la Venezuela prepetrolera representaba. Finalmente al cabo de unos días, el conflicto cesó, por cuanto, al decir de Botello, el mismo no se correspondía con los intereses de ninguna de las tres partes involucradas (Carreteros, comerciantes y accionistas del Gran Ferrocarril Alemán) y yo añadiría, sobre todo porque al régimen gomecista tampoco le convenía que la paz de la república se viera alterada.  

Articulo recopilado del Blogs CELLUNERG

Hugo Arana Páez*
Miembro investigador del Centro de Estudios
Histórico-Sociales del llano Venezolano
Casa de Bolívar
San Fernando de Apure, 25 de octubre de 2010

MANUEL MONTILLA, EL ÚLTIMO ARRIERO (de Pueblo Llano, Edo. Merida)

Por: Rafael Ramón Santiago 
Cronista Oficial del Municipio Pueblo Llano 

Cuando la carretera y los vehículos todavía no habían llegado a estos parajes merideños el transporte de las mercancías se hacía en bestias y particularmente en mulas, por ser estos animales los que más se adaptaban a la topografía del lugar debido su mansedumbre, fortaleza y resistencia. Arreos iban y venían por los estrechos caminos del páramo, chapaleando barro, rompiendo la neblina y desafiando el frío. A la primera mula de la fila le solían colocar una campana en el pescuezo para avisar con su ruido la presencia de la caravana, por si venía otro arreo en sentido contrario buscara la mejor forma de orillarse en lugar apropiado para no tropezarse, pues un leve descuido podía causar una tragedia de grandes proporciones, ya que era frecuente que estos animales salieran rodando con todo y carga por los profundos precipicios que se abrían a la orilla del camino.

 Los primeros propietarios de arreos de mulas en estos lugares fueron los encomenderos quienes las utilizaron a finales del siglo XVI y buena parte del XVII para trasladar tabaco desde la ciudad de Barinas hasta el puerto de Gibraltar, con destino a Europa.

Después surgieron otros arrieros que durante siglos cubrían la ruta de Pueblo Llano a Barinas y de allí a Timotes, Valera, Mérida, Boconó, Escuque y lugares circunvecinos, transportando harina y otros productos del lugar.

Con la llegada de la carretera a Pueblo Llano en 1952 y posteriormente los vehículos de carga, los arreos de mulas fueron disminuyendo. Sólo pudimos alcanzar a ver a comienzos de los años sesenta arrieros como Alifonso Santiago, Antonio Toño Jerez y Manuel Montilla.

Manuel Montilla fue el último arriero que tuvo Pueblo Llano. Los que tuvimos la dicha de presenciar aquel pintoresco espectáculo podemos aún recordar el desfile de las acémilas por las calles solitarias cargadas con bultos de papas, el crujir de las cinchas y la soga que sostenían la carga, el resuello de los animales cansados, el ruido de los cascos sobre el pavimento empedrado, el olor del sudor de las bestias que se mezclaba con el de las papas recién cosechadas, los restos de cagajón después del paso de los cuadrúpedos que se recogía para abonar las huertas y el jopear incesante de Manuel, mandador en mano, para guiarlas hasta el destino final. ..

Manuel trabajó con arreos para los sitios arriba mencionados hasta que llegó la carretera a Pueblo Llano, después lo siguió haciendo con menor frecuencia en época de cosecha de papas donde le tocaba trasportar los bultos desde campos como Chinó, Mupate y Llano Grande donde todavía no llegaban vehículos, hasta la Plaza Bolívar, sitio donde los subían a los camiones para finalmente llevarlos a los mercados nacionales.
“Aquellos eran años muy críticos—decía Manuel-- costaba mucho ganarse la vida. Ahora todo es más fácil, de sólo fácil que es ya no parece divertido trabajar; la mucha facilidad como que no es buena”.

 Con casi cien años a cuestas, en los últimos días de su vida Manuel recordaba aquellos años que cubrieron gran parte de su existencia. Observaba con nostalgia a su pueblo y comentaba: “Ahora ya ni se puede cruzar una calle por la cantidad de carros y motos que hay; tampoco se puede sostener una conversación tranquilamente por el ruido de las motos...¡ha diagero! Mucho ‘progreso’ tampoco es bueno”.

Articulo recopilado del Blogs HUELLAS VENEZOLANAS

Arriero Poesia del Pueblo


Arriero Poesia del Pueblo, es un poemario escrito por el poeta Ernesto Luis Rodríguez y publicado en 1960

El DRAE define la palabra arriero como “persona que trajina con bestia de carga”. Telmo Rodríguez en su Vocabulario Llanero dice que es un “hombre cuya actividad principal es conducir arreos”. Por su parte J.A de Armas Chitty, en su Vocabulario del Hato escribe que arreo es una “Recua de nueve burros o mulas. El animal que marcha delante lleva una campanita orientando el grupo y lo llaman campanero. Hoy es raro hallar un arreo. El vehículo de motor lo ha deslazado por antieconómico”.

El propio ELR dedica la obra “A los caminos, posadas, y vecindarios de mi tierra. A mis amigos y amigos del arriero: el mandador, el silbido y la copla”. 
La labor del arriero era dura y la copla en sus labios hacia más llevadera su faena. ELR refresca un trabajo ya extinto en el llano y se compara así mismo con un arriero que escribe poesía para mitigar las asperezas de la vida:

Amo estos hondos parajes

y mi destino de arriero

porque conozco la dicha

de caminar con el sueño

y con el pan de la copla

que es el mejor bastimento.

Sé de memoria los sitios.

Que dan aroma al recuerdo:

el fondo de las posadas

donde florece el afecto,

los nidos sobre las picas

y el turupial de recreo,

el júbilo de los caños

con los luceros adentro,

empalizadas que andan,

lejuras que son espejos,

y el arenal que se peina

su remolino andariego.

Ernesto Luis Rodríguez ,el bardo popular venezolano más destacado de la segunda mitad del siglo XX, nació en Zaraza (Edo. Guárico) el 29 de febrero de 1916 y murió en Caracas el 24 de octubre de 1999. Sus raíces ancestrales nos llevan hasta Doña Manuela Irazabal, española que vivió en Chaguaramas (Edo. Guárico) casi hasta los cien años. Ella se casó, en segundas nupcias, con Don Carlos Morales, cuyo hijo, Don Antonio Morales, es el padre de Doña Domitila Morales, casada con Don Ernesto Rodríguez Arroyo. De este matrimonio nació nuestro biografiado (Torrealba, 1950).
Publicó 12 libros de versos, ganó en más de 30 concursos para letras de himnos de institutos universitarios, militares, deportivos y municipales; entre ellos los de la Universidad de Carabobo, Universidad Metropolitana de Caracas, Universidad Experimental de Guayana, Facultad de Agronomía de la UCV, Escuela superior del Ejército, Escuela de Aviación Militar, Escuela Náutica de Venezuela, Colegio Universitario Fermín Toro de Barquisimeto, Infantería de Marina y de los Municipios Chacao y Baruta. Recibió numerosas ordenes y condecoraciones. Sus letras fueron llevadas a canción por Juan Vicente Torrealba, Serenata Guayanesa, Hernán Gamboa y otros. Sus versos han sido declamados por Victor Morillo, Balbino Blanco, Oscar Martínez, Pancho Pepe Cróquer y Luis Edgardo Ramírez . Escribió para Fantoches ,La Verdad, Elite, 2001, El Mundo, La Esfera, El Universal, El Nacional, El Camaleón y muchos diarios de provincia. Fue secretario de la Jefatura Civil de Zaraza, presidente del Concejo Municipal de San Juan de los Morros y representó al Estado Cojedes como senador.

Articulo Recopildado del Blogs ERNESTO LUIS RODRIGUEZ, EL ÚLTIMO JUGLAR

En el pleito de los burros, no se meten los pollinos

Por:  Rafael Simón Jimenéz

El 28 de julio se cumplen exactamente 100 años del atentado contra el archiduque Francisco Fernando, heredero al trono del Imperio austrohúngaro, que disparó el dispositivo mortífero entre las potencias europeas para dar comienzo a la Primera Guerra Mundial, tambiéndenominada Gran Guerra, que se saldó con más de 10 millones de muertos entre los bandos que se confrontaban, por una parte la llamada triple alianza que agrupaba al Imperio alemán, los imperios centrales e Italia, y por la otra la Triple Entente que convocaba a Francia, Inglaterra y Rusia.

Gral. Juan Vicente Gomez
El estallido del conflicto planetario coincide nacionalmente con dos hechos que van a consolidar y dar permanencia a la dictadura de Juan Vicente Gómez: 1) La reforma constitucional que le permite al entonces aspirante a tirano alargar el mandato presidencial de 4 a 7 años, removiendo además el impedimento para la reelección indefinida, y además crear otras dos figuras a la medida de su ambición: la figura del encargado de la Presidencia para suplir las ausencias del jefe de Estado y la Comandancia General del Ejército, auténtico centro de poder que Gómez se reservara para sí, hasta su muerte en diciembre de 1935. 2) El “reventón “ del pozo petrolero Zumaque I, que por varios días derrama mediante un chorro inmenso millones de barriles, poniendo en evidencia la inmensa riqueza petrolera que se escondía bajo el subsuelo venezolano. El petróleo pasará a ser no sólo el suministrador fundamental de fondos a las finanzas públicas venezolana, sino que su importancia energética estratégica, permitirá al país reinsertarse dentro del nuevo esquema económico mundial, apareciendo como un proveedor seguro y confiable para el mundo occidental.
Cuando el conflicto inicialmente circunscrito al territorio europeo estalla, el gobierno de Gómez por intermedio del presidente interino Victorino Márquez Bustillo, se apresura a declarar su neutralidad, alegando que Venezuela tenía las mejores relaciones con todos los países en pugna y que, además, se trataba de un país pobre e irrelevante en el escenario mundial, que ningún provecho sacaría con parcializarse por uno y otro bando.
Victorino Márques Bustillos
La firme e inalterable posición de neutralidad sostenida invariablemente por el Poder Ejecutivo, dará lugar a presiones diplomáticas por parte de los países enfrentados en el campo de batalla. A Gómez, quien ya no oculta sus propósitos de mando indefinido, se le acusa de vínculos y simpatías con Alemania y su emperador el Kaiser Gustavo. Viejos vínculos comerciales con casas comerciales germanas y comentarios formulados a sus amigos delatan sus cercanías con la triple entente; sin embargo, zamarro y prudente como siempre fue el dictador andino, no cambia su posición de mantenerse al margen de la contienda.
En 1917, cuando la extensión de la guerra submarina por parte de Alemania haga entrar en la guerra a Estados Unidos, y ese país presione a sus socios del continente a ser solidarios con su postura, de nuevo Gómez tendrá una y otra vez que evitar o burlar las presiones de la diplomacia norteamericana. Dicen que en una conversación sostenida con el embajador norteamericano en Venezuela, Preston Mc Goodwin, frente a las explicaciones y exigencias de declarar la guerra a Alemania, el dictador haciendo gala de toda su astucia sentenció: “En el pleito de los burros no se meten los pollinos”, significando que nada ganaría Venezuela y su gobierno en un conflicto donde no tenia los medios militares, ni económicos para participar.
Cuando se firma el armisticio y más tarde el tratado de Versalles que pone fin a la gran guerra, en su mensaje anual al Congreso el doctor Márquez Bustillo reivindicará la prudencia y justeza de la posición venezolana, buscando congraciarse con ganadores y perdedores

Articulo recopilado de la Edicion 495 Las Verdades de Miguel

El oficio del Arriero en Venezuela

         
En los inicios del colonialismo venezolano, se fundaron algunos pueblos basados en el interés exclusivo de la minería que pautaron el establecimiento de los primeros asentamientos de ciudades en territorio de lo que es hoy Venezuela y que sirvió para extenderse desde el Oriente hasta Occidente.Los aspectos socio-económicos que indudablemente existieron en dicho proceso ingresando en ello la agricultura, la ganadería y el comercio en general llegando a extenderse por gran parte de ese vasto territorio continental.No obstante, más allá de Maracaibo, los suelos Occidentales (Andes), estuvieron totalmente ignorados por Venezuela hasta que se le ordena a Juan Maldonado a fundar San Cristóbal, es así, como desde la Nueva Granada se asume el poblamiento de los Andes.
Dentro de ese proceso de poblamiento se fue haciendo necesario el establecimiento de vías de comunicación entre las ciudades y pueblos fundados por los españoles. Esto se originó debido al intercambio tanto minero, ganadero, agrícola y comercial que se generó en toda la América española y que trajo como consecuencia el establecimiento, en principio, de caminos y trochas muchas veces pertenecientes a los antiguos caminos de indios que sirvieran para movilizar las mercaderías y el ganado que se producían en todas estas regiones y que con el tiempo se convirtió en un proceso de exportación e importación, derivando un fortalecimiento de las economías de todos estos pueblos.
      
Por tanto, fue así como aparecieron los caminos reales y más tarde caminos nacionales considerados de largas distancias o corta distancia. Para ello, el tipo de transporte que más se utilizó fue el mular por ser el de mayor resistencia para el traslado de carga entre largas distancias, y también nace el oficio de arriero que fueron aquellos hombres de alpargata que tuvieron a su cargo la importante empresa de mantener comunicado el territorio venezolano desde aproximadamente el siglo XVIII hasta la primera mitad del siglo XX. Gracias a su empuje y tesón llevaron a lomo de mula los productos de las haciendas, hatos, vegas y conucos hacia centros poblados, y desde estos traían a su regreso las mercancías que se necesitaban en los campos.
En los Andes, el centro, los llanos y el oriente del país existían grandes arreos de mula y yuntas de bueyes, sobre los cuales se transportaba una parte de la civilización hasta los rincones más apartados. Cartas, encomiendas, valores mercantiles, periódicos, buenas y malas noticias, entre otros, tenían en el arriero su principal depositario. De carácter temerario y dicharachero, los arrieros se conocían al dedillo aquellos desolados caminos, cuidaban de sus bestias como a sí mismos y daban vida a las posadas y pulperías situadas al término de la distancia.
  
El personal que dirigía el conjunto o arreo de mulas estaba compuesto por varios arrieros, empezando por el arriero “sabanero” encargado de darle de comer a las bestias, el arriero “cargador” o “aviador” cuyo oficio era el de prevenir las situaciones anormales que aparecieran en el camino y que fueran a perjudicar las bestias y controlar la carga y descarga de la mercancía que llevaban las mulas, igualmente era el responsable de que la carga llegase bien a su destino, el “atajador” controlaba el paso de las mulas haciendo que estas fueran por el mismo sendero, Todos ellos andaban de a caballo, si la travesía era por llanuras (sabanas) o de a pie si se hacía por selvas, montañas, (a este tipo de arriero se les llamaba "cagones" por ser su costumbre usar pantalones cortos) y eran dirigidos por un capataz de arrieros, quien era un hombre de máxima confianza del dueño del arreo.
   
Con el pasar del tiempo, el crecimiento del transporte mular y caballar en todo el país fue extendiéndose hasta llegar a los Andes Táchirenses, allí se dio un fenómeno poblacional como fue la aparición de grupos familiares a orillas de los caminos de recua, consolidándose algunos pueblos, como Pregonero, Queniquea, San Simón, San José de Bolívar, San Antonio de Caparo -entre otros, que sirvieron en su momento de punto de descanso y de comercio hasta la aparición de fincas, haciendas y conucos que sirvieron de eje del desarrollo de estos asentamientos.

Articulo Recopilado de tochadas.net

Las mulas en los llanos en el tiempo colonial y la gesta de independencia*

Por Armando González Segovia*
Universidad Nacional Experimental de los Llanos Ezequiel Zamora.




I

Sobre mulas y arreos

La mula resulta del cruce biológico entre un burro u asno y una yegua; cuando se cruzan un caballo y una burra o asna, resulta unmulo,macho romo, burreño o burdégano. Ambos son creados por el ser humano, se diferencian en que el primero se parece más a burro y el segundo al caballo.La mula posee una resistencia y fuerza superior a sus progenitores y erautilizada en tiempo cuando no había transporte mecánico, para los transportes de carga, para arar los sembradíos, y mover los ejes de las máquinas, ya para sacar agua o para trapiches. Asume características de sus creadores: paciencia, resistencia, valor y fuerza.[1]


Recordamos que Luis Jara, nuestro abuelo materno, solía contar las largas jornadas que en su arreo hacía transportando víveres y cosechas desde Paujicito, Uveral, Yacurito, en los campos de Píritu y Turén, estado Portuguesa, hasta Acarigua, Barquisimeto y Valencia, hasta mediado del sigo XX en jornadas que duraban ocho a diez días hasta dos meses de ida y vuelta cuando no existían vehículos de carga. Recordaba mucho la mula campanera que guiaba el arreo por ser la más inteligente, y era adiestrada para esta faena desde pequeña, solía decir “cuando se maleó esta mula, el arreo cayó en desgracia”, aludiendo que al morir ésta, aquellos perdieron gran parte de su entereza y también perecieron. Fue uno de los últimos arreadores de recuas para transporte de víveres y cosechas de por esa zona. Se partía con siembras y venía con víveres y productos de mercado.

Hoy duermen en el olvido de los científicos y estudiosos de las ciencias, a pesar de la importancia que antaño tenían, resulta una excepción casos como el de Ramón Aizpurua quien dedico una investigación a estos animales “Las mulas venezolanas y el caribe oriental del siglo XVIII: datos para una historia olvidada”.[2]No sería difícil a ningún investigador elaborar un trabajo sobre la importancia de las mulas en la producción y el comercio en Venezuela y América ya que sobre sus lomos viajaron alimentos, utensilios, herramientas, las pocas maquinarias existentes, libros, y todos los enseres existentes, así como de su sudor se dio mucha de la producción agrícola y de los trapiches. La gesta de independencia difícilmente se hubiese logrado sin el transporte mular de armas y víveres. Quizá exista alguien que le motive hacer un trabajo de este tipo, ya sea desde la historia o la historia de la medicina veterinaria.


II
Las leyes de indias

En el Libro VI, título XVII, de la Recopilación de Leyes de los reynos de las Indias,[3]bajo el subtítulo “Que los cavallos de buena casta se echen a las yeguas, y no asnos garañones”, donde se prohíbe que los asnos garañones traídos del mar Mediterráneo se eche a las yeguas, es decir regula la reproducción de los animales, pero por otra parte las mismas leyes prohíben que se levanten cercas y corrales, por ser comunes los pastos y las aguas que sería una de las formas de controlarlas,[4] estableciendo que “Mandamos que lo contenido en la lei antes desta se guarde, i cumpla inviolablemente, sin que en ello aya falta alguna”, porque se cae en las “penas contenidas en la dicha lei, i mas , de otros veinte mil maravedis, i dos años de destierro por la primera vez”, doblando la pena la segunda vez y la perdida de la mitad de los bienes la tercera vez.

Si contrastamos esta norma con la terquedad de la realidad que indica que los llanos esta era una de las mayores zonas ganaderas y por tanto una de las principales donde salía el comercio mular, que fue mucho más comercial por la resistencia a las cargas que se le atribuye, se tiene que fue completamente estéril la norma y que nadie se le podía aplicar puesto que todos los criadores, también comerciaban sus mulas legal e ilegalmente.

Es de imaginarse a los dones de hato, a sus doñas o caporales corriendo detrás de los asnos para que no se montaran en las yeguas, por sus diferentes sitios de hato, para correr y evitar se consume la violación de las Ley de Indias, por supuesto esto nunca ocurrió y buena una norma de papel sin aplicación práctica.
En 1695 el Gobernador y Capitán General de la Provincia de Caracas, Don Francisco de Berroterán, en las “Instrucciones Sobre Tributo, Salario y Régimen de los Indios de Venezuela”, establece que:
“Los indios que quisiere concertarse para hacer viaje con las arrias de mulas, sirviendo de arrieros, lo podrán hacer a su voluntad, interviniendo el corregidor, para que no los ajusten a menores cantidades de lo que fuere razonable y equivalente a este género de ocupación según las distancias y asperezas de los caminos en que se considere mayor el trabajo”.[5]
Los indígenas podían ser arrieros, bajo el seguimiento del corregidor, como correos de caballo o de a píe, transitando por los caminos, que eran las mismas vías establecidas por los aborígenes, ya que el conquistador y colonizador no llegó a estas tierras "abriendo caminos", sino utilizando los existentes.



III
Comercio y producción mular

Ramón Aizpurua considera que el intenso comercio de mulas entre Venezuela y las Antillas se debía a la producción en los ingenios azucareros, cuya energía era preferida para activar los molinos que le producían, sobre la energía eólica o la hidráulica que eran las otras formas de moverlos. Por ese motivo en el Caribe anglo-francés, donde escaseaban estos animales, “se vieron obligados a buscarlas en el mercado exterior” y por el “crecimiento del cultivo de azúcar tuvo necesidad de abastecerse en mercados más lejanos”, así que Saint Domingue, Guadalupe, Martinique, al igual que las islas británicas Barbados, Tobago, Grenada, debieron buscar mulas:
“Tierra Firme, que en gran parte correspondería a la actual Venezuela, fue el gran abastecedor de mulas de las islas de las Antillas orientales gracias a la inmensa riqueza ganadera que desde el asentamiento final de los españoles había desarrollado, ya fuese por vía de la propia crianza, ya por medio del llamado ganado cimarrón. En el territorio que podría corresponder con la actual Venezuela dos fueron las zonas que pronto canalizaron el comercio exterior al que las mulas, por ser más pequeñas pero más resistentes que los caballos, se vieron sujetas: por un lado la zona oriental, en aquella época la gobernación de Cumaná, bien fuese en la costa noroccidental, entre el puerto de Píritu y Barcelona, o en la costa oriental, al norte del delta del Orinoco, por donde desembocan el Teresén y el Guarapiche; por otro lado, en lo que era la Provincia de Venezuela, la principal vía de extracción de mulas pasó siempre por la costa coriana, dividida en dos grandes frentes, al sureste de la costa, hacia la zona de Tucacas, y por el centro-este, en la zona de Hueque, así como al norte, en la península de Paraguaná”.[6]
Es de observar que estos puntos servían de embarque a la producción se encontraba en los llanos, si aciertan las referencias de las Relaciones Geográficas del tiempo colonial que indican que eran llevadas desde los llanos de Guanare, San Carlos, Calabozo, denominadas entonces llanos de Caracas, de Carora, así como de Barcelona y Cumaná, y las zonas de Hueque y Los Taques, donde existían lugares de engorde para cotizarlas a mejor precio. “La referencia a la impresionante riqueza ganadera de los llanos resulta redundante después de las claras noticias dejadas por los viajeros, desde el más oscuro y olvidado de ellos hasta Humboldt, que dedica varios pasajes al comercio de mulas”.[7]

El comercio de mulas era significativo, como animal carga. Se criaban mulas en el Valle de Cocorote, Taría, San Carlos, San Jaime, Barquisimeto, Guanare, San Felipe, Carora, Coro, Ospino y Araure.[8] Para 1767-1768, se estima que desde El Tocuyo salían de trescientas (300) a cuatrocientas (400) mulas al año, que conducidas a San Felipe a Puerto Cabello le quitan un (1) peso por cada una, algunos productores llegaron al punto de hallarse angustiados por la escasez de mulas para sacar sus frutos como los pobladores de Aroa quienes necesitaban transportar sus productos hasta Puerto Cabello.[9]

Joseph Luis de Cisneros refirió años antes la abundancia de queso, que se vende a ocho o diez reales la arroba y que los llanos sacaban muchas recuas de mulas “…en especial de la Villa de San Carlos, de la Ciudad de San Sebastian, y la Villa de Calabozo, donde ay Atos tan crecidos...”,[10]y que en San Carlos existen crecidos atajos yeguas donde: 

“…producen innumerables Mulas; de modo, que ay Criador que coge quatrocientas en cada año: Los mas Atos, pasan de quinientos Cavallos de servicio; y producen tanto las Yeguas, que hay parage donde se encuentran alzadas, o montaraces, que parecen un Ejercito de Cavalleria, y en sintiendo la Gente, huyen con tal estruendo, que parece un Terremoto, ó tempestad desecha: es difícil sujetar este Ganado, por queés sumamente altanero; y de ordinario se matan huyendo: ...”[11]
Esta rica producción de ganado, yeguas, caballos se servicio, y mulas era comerciadas con los “valles de las costas del mar”, desde “los llanos de San Sebastián, del Pao, San Carlos y Guanare y especialmente en los de San Carlos” donde “hay muchos hatos de ganado vacuno, caballar y mular”de tal magnitud que existen “ganaderos que no sabe el ganado que tiene”, por lo que “hacen rodeo, o batida en todo su término para reconocerlo y herrarlo, y hay algunos que yerran 10 mil becerros cada año” y “los esquilmos que les deja este ganado es bastante” además de “leche, queso y manteca, que van a vender a los demás pueblos...”,según el mismo autor.[12]

De Guanare se reseña que un solo criador podía obtener doscientos cincuenta (250) mulas al años, muchos otros ciento cincuenta (150). Estas bestias eran vendidas a mercaderes que compran los muletos de sus crías por sólo diez pesos (10) cada uno “y los sacan de la jurisdicción con el pretexto de criarlos en otra, y los sacan por al Mar para venderlos a los Extranjeros furtivamente por cuarenta o cincuenta pesos cada uno”, lo que da por resultado un comercio altamente lucrativo para los vecinos y clandestino para el rey, ya que no se paga nada con este comercio a la Real Hacienda.[13] Es muy posible que no solamente fuese Guanare sino la zona de San Carlos ya que las condiciones de producción y geográficas eran similares, lo cual se puede inducir partiendo del testimonio que a continuación estudiaremos.

Diez años después la situación empeoraba, el Intendente José de Abalos instruye a los a los Teniente y Justicia Mayor de San Carlos, Carora, Guanare y Calabozo porque pese a “estar prohibida la conducción de mulas desde los llanos de esta Provincia a la Jurisdicción de Coro”, sin expresa licencia del Gobernador y de la recién creada Intendencia, dice: 
“…tengo entendido que bajo el pretexto de pasar a buscar sales, y con otros aparentes motivos, suelen conducirse las mulas a la costa sin que se verifique su retorno, respecto de lo cual, y para evitar este pernicioso fraude, encargo a V.M. que cuando algún arriero, dueño o conductor de cargas saliese con dichos motivos, u otros de igual naturaleza, deberá obligarse a retornar con carga las mismas caballerías que hubiese sacado…”[14]
De tal manera que la misma situación de contrabando con las mulas se mantiene. Se van cargados con mercancías y regresan sin la mercancía ni las mulas. Negocio muy rentable ya que en las Antillas era muy bien cotizadas para mover los trapiches azucareros y era precisamente la Provincia de Venezuela la principal abastecedora de mulas a las islas antillanas por la riqueza ganadera de la región, ya sea del ganado manso de crianza o cimarrón; entre las principales zonas productoras de mulas se encuentran llanos de Caracas, donde se encontraba la jurisdicción de San Carlos de Austria, de Barcelona y Cumaná, así como la zona de Carora.[15] Este intenso comercio hacia que no fuese extraño el que se apresasen navíos holandeses con contrabando tanto de cacao, como de cueros y mulas.[16]

Hubo cambios de esclavos por mulas y reses entre San Carlos y Maracaibo, como sucedió en 1781, asimismo entre La Victoria, San Carlos y El Pao de San Juan Bautista se cambiaron mil setecientos dieciocho (1.718) esclavos por reses y mulas, entre 1800 y 1808.[17]Por ese mismo año el Obispo Martí se sorprende de la riqueza ganadera de la zona, en especial por la venta de mulas:
“....Los vecinos de esta villa antes eran más ricos que ahora por las ventas de las mulas que ahora están suspendidas. Estos vecinos tienen grandes hatos de ganado vacuno y de ganado mular, assí en las inmediaciones, esto es, en el territorio jurisdiccional de esta Vicaría, como en el territorio de Guanarito, en el de San Jaime, el de San Antonio agregado de San Jayme y en el territorio de la otra banda de Apure.....”[18]
No informa porque se había suspendido el comercio de mulas, pero si sobe la importancia indiscutible del mismo por el valor de los animales que se supera con mucho al de los vacunos. Para 1775, se considera que una res vale de 10 a 12 reales (peso y medio), un caballo 18 a 20 reales y una mula cerrera, 10 pesos.[19]Esta proporción se mantiene para 1815, mientras una res se vendía entre 5 o 6 pesos una mula se cotizaba entre 15 y 20 pesos, según los registros llevados por la Real Hacienda sobre el pago de las Alcabalas, como impuesto que grava transacciones de compra-venta o trueque de muebles, inmuebles y semovientes.[20]

Desde el 1° de septiembre de 1815 hasta el último de junio de 1816, se pagó por concepto de Alcabalas en la jurisdicción de San Carlos dos mil ciento cincuenta y nueve pesos seis reales(2.159ps, 6 rls); de un total en ventas de diez mil setecientos diez pesos, dos reales (10.710ps, 2 rls). De estos, los conceptos de compra-venta de mulas las Alcabalas totalizan novecientos sesenta pesos, seis reales (960 ps, 6 rls), de un total de cuatro mil doscientos setenta y ocho pesos (4.278ps.), cifras que indica que el comercio de mulas representa el 44, 48% de los ingreso de la Real Corona por Alcabalas en ese momento.[21]

Claro, este impuesto era mucho mayor para el ganado mular que para los vacunos, mientras las reses pagaban entre el 4 o 5 por ciento de Alcabalas, prlas mulas se pagaban un promedio del 16 por ciento, sobre todos porque las que se refieren en este tiempo era para comerciar fuera de la provincia, por Puerto Cabello con destino a las Antillas, porque además del porcentaje normal del impuesto se pagaba Derechos Reales, seguro, flete, Alcabala de mar, Armada, que aumentaba el valor impositivo.[22] Para 1821-1822 se estima que se exportan diez mil mulas anualmente, según estima Francisco Antonio Zea, y describe la forma como eran transportadas:

“…Es muy curiosos ver como se embarcan estos animales; los baxan con cuerdas, y después los suben a bordo por medio de una máquina que semeja a un cigoñal. Las mulas puestas en dos filas con dificultad se pueden tener de pies con el movimiento y bamboleo del navío y para amedrentarlas más y hacerlas más dóciles tocan el tambor durante todo el día y gran parte de la noche. Es fácil adivinar de que tranquilidad gozara el pasajero, que tenga el valor de embarcarse para la Jamaica en un barco cargado de mulas”[23]
El transporte de mulas era constante, como lo comprueban diversos testimonios, y con el repique de tambores para que permanecieran alertas durante el viaje hacia las Antillas, de manera que o durmieran y al acostarse perecieran pisadas por las otras, mientras que la máquina era como una plataforma movible por un cigüeñal. En San Carlos se refieren desde finales de 1815 hasta mediados de 1816 las siguientes acciones de compra-venta de mulas:

Cuadro N° 1
Compra-venta de mulas, septiembre de 1815-junio 1816

FuenteAGN. Colonia. Real Hacienda y Alcabala, procedencia San Carlos. Código 2241, año 1815. Procesamiento Armando González Segovia.
En su mayoría las mulas eran adquiridas para el comercio exterior,hubo personas que se dedican a la compra y venta de mulas como forma de enriquecerse, como es el caso de José Francisco del Pino quien de las doce transacciones en los meses referidos el participa en seis. Otros comerciantes de mulas son José Antonio Landa, José Francisco Landa, Antonio Hernández, Gabriel de Herrera y Antonio Paz entre 1815-1816.


IV
La gesta de independencia

Por supuesto a la hora de la guerra entre la Corona española y las patriotas, las mulas fueron de gran importancia. En ellas se transportaban los víveres y alimentos, así como las armas para el enfrentamiento bélico.

En una investigación Héctor Pedreáñez Trejo apunta que muchos caudillos regionales, “sin tener muy claros los acontecimientos, aceptaron sus designaciones y se aprestaron a concurrir a cualquier acción favorable a la estabilidad de las nuevas instituciones del gobierno en la provincia”; sin percibir la dimensión que tomarían los acontecimientos posteriores, de allí que muchos “comerciantes, militares, funcionarios, sacerdotes, artesanos, que una vez comenzada la guerra y declarada la independencia, reaccionaron contra ella para tratar de volver al antiguo régimen” y que esto es posible que le ocurriera a Juan José Cruces, pardode San Juan Bautista del Pao, “adversario tradicional de los ricos de San Carlos, que fueron opuestos a la fundación y primacía en los llanos de la villa del Pao”, entendiendo que “él no podía ir contra la Monarquía, a la cual prestó servicios sobresalientes, hasta donar cantidades de dinero y mulas, caballos y vestuario, al rey...”[24]

Porque este rico pardo aporto mucho dinero a la causa realista, para octubre y noviembre de 1816, dona veinticinco(25) pesos para gratificar cincuenta (50) hombres que salieron de la villa del Pao al ejército, además de “25 vacas gordas para que vendidas se aplicase su producto a 50 vestuarios de una Compañía de la misma villa, ofreciendo dar el completo de lo que faltase para dichos vestuarios”y un luego otro aporte de “50 caballos para el servicio del Rey, comprados a vecinos particulares por no tenerlos de su cría” y también “ha ofrecido 10 mulas aperadas con su arriero para que sirvan en el exercito (sic) expedicionario durante la campaña, con tal que concluido se le devuelvan las que queden vivas”.[25]

Otro ejemplo de esto lo constituye el expediente sobre compra de seis mulas de línea y alquiler de veinticinco más valoradas en ciento treinta y cinco pesos (135 ps) las primeras y en ciento cincuenta pesos (150 ps)las segundas, para el 6° Escuadrón ligero del Real Cuerpo de Artillería para el transporte de víveres y armas desde Villa de Cura hasta la Villa de Calabozo de las fuerzas bajo el mando del Gral. Pablo Morillo, cuyo costo se prorratea entre vecinos subversivos,en enero de 1820.[26]

Luego de recibir la correspondencia donde se dice que la complicada situación local y las “continuas remesas de víveres, municiones y demás cargamentos de Valencia pr. la laguna de Tacarigua con dirección a diversos destinos de los Llanos ocupados por las tropas del Rey N. S” a pesar del “doloroso quadroqe. se presenta en su estado actual”, seguirán las tropas hasta Calabozo “con la presente necesidad de que sea atendida la tropa de vanguardia” al mando de Francisco Tomas Morales.[27]

Se reúnen Julián de la Torre,Francisco Michell y Miguel Ostos, acordando convocar a los vecinos para solicitarles aporte extraordinario para el pago requerido. Se revisa la requisición de Francisco Tomás Morales para la tropa de vanguardia. Ya para el 25 de enero se tiene el recibo de las mulas necesarias.[28]
En esta lista aparecen como contribuyentes con diez pesos (10 ps) cada uno: José Manuel García, José Antonio Aguirre, Pablo Las(roto) cayor, Antonio Dorta, Micaela Longa, Josefa Núñez, Vicente Lamas, Andrés Cuello, Josefa María Rojas; con ocho pesos (8ps) cada uno: Manuel Moreno, Andrés Gelder, José Delgado, Andrés Ramos, Manuel Rizo, Salvador Michelena, José Gadea, el Maestro Bautista Albañil (sic), Francisco Martínez, José Antonio Orta; con seis pesos (6ps): Pedro Pinto, José María Uriarte, Xavier Mogua, Agustín Fagundez, Pedro Canino, Domingo Pérez, Esteban Pérez, El Maestro Francia (sic), José de Jesús del Mamoncito, Pedro García de Mata Redonda; con cuatro pesos (4ps)Andrés Zambrano yel maestro pintor Remigio Maya; con tres pesos (3ps): Domingo Beltrán, Lucas Aguilera, José María Reyes, Alejandro Soto, Ramón Gómez, Francisco Michell, Manuel del (roto)gon, Francisco Dorta, Ypólito Lozano, Ramón Betancourt, Rafael Rojas, (roto) Rdríguez, Marcos Pinto, Nicolás Montero, José Carreón, Ignacio Méndez, Pablo Ostos comprador de ganado, Antonio Linarez, José María Rodríguez, Antonio Peraza, Cruz Rojas, Francisco Martel, Domigo Córdova, Victorino Caro, Manuel Requena, Miguel Castillo, Francisco Liendro.

Totaliza lo colectado trescientos treinta y cinco pesos (335 ps), pagándose ciento ochenta y cinco pesos (185 ps) por las mulas de línea y ciento cincuenta pesos (150 ps) por el alquiler.[29] Es de observar que la estimación inicial de las mulas de línea era de ciento treinta y cinco pesos (135 ps),[30] debiendo haber tomado la diferencia de cincuenta pesos (50 ps) quienes hicieron la colecta.


Consideraciones finales

Hasta ahora pocos son los trabajos dedicados al estudio dela producción y comercio de mulas en Venezuela y su relación con el comercio exterior y los ingenios azucareros del Caribe. Puede considerarse la posibilidad de investigaciones que permitan profundizar en su importancia, así como en la historia de lo que se denomina “Historia de la medicina veterinaria” que se desarrolla en diversas universidades del país. A pesar de la importancia como medio de transporte esencial en la época colonial, a través de los arreos, en los cuales se desplazaban alimentos, enseres de todos tipos, y por lo tanto los elementos culturales donde su estudio ha sido obviado casi por completo.El valor económico, que sobrepasaba con mucho el del ganado vacuno, indica e gran parte su utilidad; aunque prohibida por las legislación indiana las mulas permitieron enriquecer el patrimonio tanto económicode comerciantes, a través de un lucrativo negocio para mercaderes, bodegueros y pulperos; así como una dimensión cultural general: en ellas viajaron los libros que ilustraron famosos personajes, dos ejemplos bastan: tanto Francisco de Miranda como Simón Bolívar viajaban con el arreo de mulas con su carga de saber en forma de libros y de escritos. Además de los enseres personales, vajillas, ornamentos. Todo andaba a lomo de mula. La gesta de independencia misma se realizó a lomo de mula, en las recuas que cargaban armamentos, bastimentos y provisiones, de un lado a otro.



Fuentes


Documentos Publicados

ALTOLAGUIRRE Y DUVALE, D. Ángel de. Relaciones Geográficas de la Gobernación de Venezuela 1767-1768. Caracas, Ediciones de la Presidencia de la República. 1954.
ARELLANO MORENO, Antonio (comp). Documentos para la historia económica en la época colonial. Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, colección Fuentes para la Historia Colonial de Venbezuela, 93, 1970.
BERROTERAN, Don. Francisco de. Instrucción sobre tributo, Salario y Régimen de Indios de Venezuela, 1695: en Fuero Indígena Venezolano, Parte I, Período de la Colonia (1552 - 1783), Compilados por Joaquín Gabaldón Márquez, Caracas, Ministerio de Justicia, Comisión Indigenista, 1954.
MARTÍ, Obispo Mariano. Documentos relativos a su visita Pastoral de la Diócesis de Caracas, 1771-1784. Caracas, Academia Nacional de la Historia, Colección Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, vols. 95-101, 1969.
Recopilación de Leyes de los reynos de las Indias, mandadas imprimir y Publicar por la Majestad Católica del Rey Don Carlos II. Madrid, tomo II: segunda edición, Imprenta Real de la Gazeta, 1772/ tercera edición, Antonio Pérez de Soto, 1774.


Inéditos

AGN. Circular del Intendente Abalos a los Teniente y Justicia Mayor de San Carlos, Carora, Guanare y Calabozo, en Caracas a 18 de octubre de 1777. Intendencia del Ejército y Real Hacienda, Tomo I, fols. 132-132 vto.
AGN. Colonia. Real Hacienda y Alcabala, procedencia San Carlos. Código 2241, año 1815.
AGN. Revolución y Gran Colombia. Archivo Aragua, tomo LXXXV, año 1820, fols. 256-267.


Bibliografía

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CISNEROS, Joseph Luis de. Descripción Exacta de la Provincia de Venezuela. Caracas, Col. Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, 149. ANH. 1981.
PEDREÁÑEZ TREJO, Héctor. “Contexto de la Acción del Libertador en la Ciudad de San Carlos de Austria y su Jurisdicción, su paso por el Territorio”; en: Documentario de Libertad, 117. Caracas, Edic. de la Presidencia de la República, 117, 1983.
Walker, Alexander (Francisco Antonio Zea). Colombia: siendo una relación geográfica, topográfica, agricultural, comercial, politica de aquel pays. Londres, Baldwin, Cradock y Joy, 1822, 2 tomos.
__________. Colombia: being a geographical, statistical, agricultural, comercial and political of taht country. Londres, Baldwin, Cradock y Joy, 1822, 2 tomos.



Hemerografía

AIZPURUA, Ramón. Las mulas venezolanas y el caribe oriental del siglo XVIII: datos para una historia olvidada. Barcelona, Boletín Americanista, Nº 38, año XXX, 1998, pp. 5-15.
GACETA DE CARACAS (1808-1822). Edición facsimilar Academia Nacional de la Historia, 1983.
GARCÍA, Juan Andreo. Un alegato para el comercio libre con extranjeros: Los impuestos sobre el comercio a fines de la época colonial. Contrastes, Revista de Historia, Universidad de Murcia, N° 12, 2001-2003, pp. 227-245.



Electrónica

Mula, animal. Wikipedia, enciclopedia libre; consultada el 19-05.2011, en:http://es.wikipedia.org/wiki/Mula_%28animal%29

*Ponencia presentada en el 11 Congreso Nacional de Historia Regional y Local, celebrado en la Universidad Rómulo Gallegos (UNERG)


PIES DE PÁGINA


[1] Mula, animal. Wikipedia, enciclopedia libre; consultada el 19-05.2011, en:http://es.wikipedia.org/wiki/Mula_%28animal%29
[2]Ramón Aizpurua quien dedico una investigación a estos animales “Las mulas venezolanas y el caribe oriental del siglo XVIII: datos para una historia olvidada”.[2] Barcelona, Boletín Americanista,Nº 38, año XXX, 1998, pp. 5-15.
[3]Recopilación de Leyes de los reynos de las Indias, Libro VI, título XVII, leyes I y II, tomo II, ed. 1772, pp. 120-123.
[4]Op. Cit., ed. 1774, Libro IV, título XVII, Ley V, tomo II, p.112 vto.
[5] Don Francisco de Berroteran. Instrucción sobre tributo, Salario y Régimen de Indios de Venezuela, 1695: en Fuero Indígena Venezolano, Parte I, Período de la Colonia (1552 - 1783). Caracas, 1954.
[6]Aizpurua. Op. Cit., pp. 5-6.
[7]Ibid.
[8]Altolaguirre y Duvale. Op. Cit., pp. 62, 70, 74, 78, 81, 149, 153, 162, 186, 197, 211, 213, 217.
[9]Ibid. pp. 153, 125.
[10] Joseph Luis de Cisneros. Descripción Exacta de la Provincia de Venezuela. 1981, p. 128
[11]Ibid. p. 74, 75.
[12]Ibid. p. 144, 145, 442.
[13]Ibid. pp. 213, 214.
[14]AGN. Circular del Intendente Abalos a los Teniente y Justicia Mayor de San Carlos, Carora, Guanare y Calabozo, en Caracas a 18 de octubre de 1777. Intendencia del Ejército y Real Hacienda, Tomo I, fols. 132-132 vto.
[15] Ramón Aizpurua. Op. Cit., pp. 5-15.
[16] Relación histórico-Geográfica de la Provincia de Venezuela de 1775, en: Documentos para la Historia Económica en la Época Colonial. Caracas, 1970, pp. 455.
[17] Brito Figueroa. El problema tierra y esclavos en la historia de Venezuela, p. 183, 193.
[18] Obispo Mariano Martí. Documentos relativos a su visita Pastoral de la Diócesis de Caracas, 1771-1784. Caracas, 1969, t. II, 263.
[19] Relación histórico-Geográfica… Op. Cit., en: Documentos para la Historia Económica en la Época Colonial. Caracas, 1970, pp. 442.
[20] AGN. Colonia. Real Hacienda y Alcabala, procedencia San Carlos. Código 2241, año 1815.
[21] AGN. Real Hacienda y Alcabala, San Carlos. Código 2241, año 1815.
[22] Juan Andreo García. Un alegato para el comercio libre con extranjeros: Los impuestos sobre el comercio a fines de la época colonial. Contrastes, Revista de Historia, Universidad de Murcia, N° 12, 2001-2003, pp. 227-245.
[23]Alexander Walker (Francisco Antonio Zea). Colombia: siendo una relación geográfica, topográfica, agricultural, comercial, politica de aquel pays (esta obra se editó el mismo año en inglés “Colombia: being a geographical, statistical, agricultural, comercial and political of taht country”). Londres, 1822, t. I, p. 109.
[24]HectorPedreáñez Trejo. Contexto de la acción del Libertador en la ciudad de San Carlos de Austria, en: El Libertador en la provincia venezolana, 1983, pp. 25, 26.
[25]Gazeta de Caracas. Tomo VI, pp. 789, 813.
[26] AGN. Revolución y Gran Colombia. Archivo Aragua, tomo LXXXV, año 1820, fols. 256-267.
[27]Ibid., fol. 261, 261 vto.
[28]Ibid., fol. 264.
[29]Ibid., fol. 266.
[30]Ibid., fol. 265.

NOTA: Este articulo fue tomado del Blogs Fuego Cotidiano: El diario pensar del devenir